A pesar del frío y el fuerte viento que soplaba,
encendí una hoguera
en mitad de la intemperie.
La vigilé, noche y día,
sin descanso,
incluso cuando mis energías
escaseaban,
dificultando mi propia homeóstasis.
La nutrí con las mejores maderas,
las que guardaba para mí
en mi alcoba de la intimidad más sincera.
Y cuando parecía que iba arder eternamente
sin consuelo,
en el más profundo vacío incesante
de mi soledad,
tú te diste la vuelta
y la apagaste con un soplido de aliento resplandeciente;
resucitando de los infiernos
más abrumadores.
La pérdida
La pérdida de un ser amado es una de las experiencias más duras. Sé como te sientes, puedo ponerme en tu piel. El duelo es un período de sentimientos de dolor, pena y sufrimiento.
Ya sea ocasionada por la ruptura de una pérdida de la pareja o el fallecimiento de un ser querido, aunque sin duda, éste último es el más desgarrador. Sin embargo, es una travesía que precisa ser transitada para nutrirnos del valor que tienen las vivencias que hemos compartido con ese ser que se ha marchado, en vez, del dolor de la privación y el vacío que nos queda.
En consecuencia, aprendemos a agradecer el regalo de haber permanecido en nuestra vida…
Es un proceso necesario y natural de integración de la ausencia que puede llevarnos a un duelo sanador. De otro modo, si no es vivenciado adecuadamente podría convertirse en patológico, manteniendo sus huellas en un miedo voraz al abandono, que nos dificultaría la creación de nuevos vínculos.
El duelo es un momento de gestación donde poder adaptase a una vida nueva que ha asomado sin invitación, desde el frío más polar que nunca haya existido, donde el hielo se ha instalado en nuestros huesos sin pedir permiso.
<<Lo más difícil no es el primer beso,
sino el último>>
-Paul Géraldy-
Duelo sanador
Tras el dolor se esconde un valioso camino de aprendizaje, porque la desdicha educa la inteligencia. Después de la vivencia de un gran malestar, si nos permitimos aceptarlo y sostenerlo, nada podrá ser igual que antes.
Por tanto, se desvanece la importancia de los objetos materiales que antes valorábamos cómo primordiales. Nos desapegamos de lo corporal y nos unimos en esencia a lo espiritual, sintiéndonos más próximos a otros seres humanos, comprendiendo la intensidad del sufrimiento que gobierna más allá de uno mismo.
Surgiendo un sentimiento más compasivo hacia aquellas situaciones que emanan cierta sensibilidad o vulnerabilidad.
Así es, nos adentramos en el sendero auténtico de la enseñanza, que permite conectar con esa parte de nosotros mismos de un plano superior que llevamos dentro, escindido, donde habita la legítima sabiduría y el amor.
No hay vuelta atrás, emprendido ese viaje ya nunca seremos sólo lo que fuimos antes. Todos podemos convertirnos en alumnos y maestros del dolor…
<<Aquel que no ha sufrido no sabe nada, no distingue el bien del mal e ignora a los hombres
y a sí mismos.>>
– Misticismo de Buda-
Déjame llorar
La naturaleza nos ha dotado de medios para aliviar nuestra tristeza, exteriorizarla físicamente a través del llanto. La retención de la pena es antinatural y es muy perjudicial, pudiendo ocasionar multiples estados patológicos.
Muchos de nosotros asociamos desde la niñez la tristeza como algo malo y vergonzoso, asimilamos que no era bueno llorar, inventando mecanismos perturbadores de la inhibición de nuestras lágrimas espontáneas. Éstas necesitan ser desahogadas libremente además de ser compartidas.
Alguien que pueda intuir por lo que estás pasando, sin ser juzgado, podrá acompañarte y aliviar esa andadura en soledad. Que sea capaz de ofrezcerte un espacio de contención donde deshacer todos esos nudos que se han hecho por dentro, ese laberinto de emociones entramadas. Para que puedas vivir tu consuelo con la comprensión y compasión necesaria.
De tal modo, la persona que desea mitigar la angustia tendrá que sostener una escucha más allá de lo que podrá tolerar, comprender lo que en muchos momentos es incomprensible. Y aceptar sin cuestionar, con una aceptación incondicional del sufrimiento, todas las circunstancias que conlleva la expresión de esos sentimientos.
Integrar la pérdida
Para conquistar esa ayuda tenemos que estar bien, hemos de lograr que el padecimiento del otro no nos genere a su vez más tormento, eso implica que podamos dejarnos sentir y procesar nuestros propios duelos.
Inevitablemente todos, más tarde o temprano, tendremos que examinarnos de esa asignatura en la universidad de la vida y sobrellevar una pérdida. Dejaremos de ser oruga para transformarnos en mariposa…
La mayoría de los individuos al contagiarse de la tristeza o la rabia simplemente se alejan, pues no van a poder cargar con el malestar del otro y el suyo propio. Antes, primero exige que se produzca una aceptación del propio desconsuelo.
Además, deberá sentir la muerte y la pérdida como algo positivo, con ello quiero decir, haberlas integrado con naturalidad como un proceso vital.
<<Lo que la oruga interpreta
como el fin del mundo
es lo que su dueño denomina
mariposa>>
¿Sólo aliviar?
El duelo es altamente complejo y personal, cada sujeto lo vive de manera única. Sin embargo, hay muchos de ellos que no la padecen con incomodidad, aprendieron de chiquitos a evitarlo inconscientemente y dejar de sentir su sensibilidad, dejando de ser sensibles a la vulnerabilidad del otro.
En realidad, a la mayoría de los ser humanos lo que más les cuesta después de un vacío como ese es aliviar la pena: el miedo, ira, tristeza, culpa… En esos primeros momentos, e incluso después, nada puede aplacarlo…
Eso sólo llega hasta que te permites vivirlo en profundidad, sin juzgarlo ni cuestionártelo, tras mucho llanto, tristeza y expresar esa carga que no parece remitir… jamás. Eso es posible gracias a un contexto relacional contenedor que pueda tolerar la intensidad del proceso, como la psicoterapia.
Lo único que puede paliar esas sensaciones es el retorno del ser que se ha ido. Lo sé… Pero yo tengo algo a mi favor: tiempo, mucha paciencia y deseo de ayudarte, así que aquí estaré esperándote si me necesitas.
Gracias Pipi por convertirte en mariposa, fuiste un regalo.
Desde mi diván,
Relatos para sentir y despertar
El duelo, me he leído el relato unas cuantas veces para poder conectar con la profundidad de las palabras y darme cuenta de que es verdad lo insensibles que a veces somos cuando fallece una persona cercana. A veces reaccionamos como si no hubiera pasado nada, escondemos nuestros sentimientos y padecimientos. Lo más triste es que de cara a la sociedad se han de esconder esos sentimientos de dolor y eso es muy duro.
Tienes muchísima razón en lo que dices, nos enseñaron a no sentir y eso tarde o temprano pasa factura. Me fijo en la foto que as puesto y veo en esos ojitos tantas ganas de amor y mimos que se me enternece el alma.
Gracias Yolanda.
Agradecida como siempre a ti por compartir tus reflexiones en el blog con la libertad que te merece. Un abrazo Dolores.
Gracias a ti por tu valiosa sensibilidad.