La psicoterapia puede ser de ayuda para cualquier persona que tenga conflictos emocionales o de conducta, o que sufra ansiedad, depresión, tensión muscular, insomnio u otros síntomas de neurosis. Asimismo, puede contribuir a combatir o mitigar padecimientos físicos como angina de pecho, úlceras gastrointestinales, psoriasis, colitis y diversas enfermedades psicosomáticas.

La psicoterapia es una disciplina muy amplia que incluye numerosas técnicas de tratamiento. Elegir al terapeuta adecuado no es una tarea sencilla y mucho menos cuando los problemas son agobiantes, pero es indispensable proceder con cuidado pues equivocarse podría ocasionar frustración y pérdida de tiempo.

Si el problema no es grave (por ejemplo, si se padece una fobia o se desea eliminar un mal hábito), puede convenir un tratamiento de corto plazo como la terapia conductista., o cualquier terapia de sesiones breves en la que se busca lograr objetivos concretos, y donde el terapeuta actúa como guía y el paciente sólo sigue sus indicaciones. Dichas terapias permiten alcanzar resultados rápidamente, pero tienen la desventaja de que, por su duración, impiden que se establezca una relación de confianza entre el terapeuta y el paciente, factor que en muchos casos determina el éxito del tratamiento. Además, podría ocurrir que el problema fuese más grave de lo previsto, o que surgieran otros durante las sesiones, por lo que la terapia no surtiría efecto.

Si el problema tiene que ver con las actitudes y las relaciones personales (por ejemplo, conflictos maritales o de identidad, períodos de depresión o una crisis existencial), puede requerirse un tratamiento más prolongado como la terapia gestalt, el psicoanálisis o las técnicas de la psicología humanista. Estas disciplinas tienen el propósito de ayudar al paciente a comprender a fondo sus sentimientos y su conducta, pues se basan en la creencia de que sólo el conocimiento del propio ser puede propiciar cambios duraderos en la persona.

Se espera que el paciente desempeñe un papel activo en su recuperación, por eso las sesiones son más flexibles que las de las terapias breves y en ellas el terapeuta no actúa como guía sino como “facilitador”, es decir, da pauta a que la persona hable todo lo que quiera acerca de sus sentimientos y sus reacciones.

Se considera que una relación de confianza mutua entre el terapeuta y el paciente es esencial para hacer que afloren los poderes autocurativos de este último. Se dice que en el psicoanálisis dicha relación incluso recrea el vínculo original de la persona con sus progenitores, lo que le da oportunidad de abordar problemas de la infancia y la adolescencia que no fueron resueltos a su tiempo.

Las terapias largas también permiten al terapeuta analizar con detenimiento los temores y deseos inconscientes del paciente, sus emociones reprimidas, traumas, sueños e incluso sus ambiciones y planes para el futuro. Pero esto puede requerir mucho tiempo y no ofrecer soluciones rápidas a los problemas; la persona debe estar dispuesta a perseverar y no esperar que el terapeuta tenga soluciones para todos sus conflictos.

La mayoría de los psicoterapeutas consideran que tanto los pensamientos y las emociones como la conducta son expresiones de la personalidad y que un cambio en uno de estos aspectos producirá el efecto correspondiente en los demás. En cada terapia se usa una técnica diferente, así que es conveniente elegir la que resulte más satisfactoria y no olvidar que los sentimientos pueden cambiar conforme el tratamiento avance.

Las terapias breves tienden a abordar los problemas desde un solo punto de vista: la conductista trabaja con las acciones; la cognitiva con las maneras de pensar, y la primigenia con los sentimientos. Por su parte, las terapias largas suelen ser eclécticas: en el psicoanálisis los pensamientos y los sentimientos revisten la misma importancia; el análisis transaccional se concentra en el razonamiento y la conducta y la terapia gestalt interviene en todas las esferas de la personalidad.

Cuanto más tiempo dure el tratamiento, tantos más aspectos de la vida del paciente pueden examinarse y modificarse. Mientras que las terapias breves están encaminadas a lograr que la persona sólo cambie algunos aspectos de su conducta, las largas se proponen introducir cambios radicales en sus actitudes, comportamiento y régimen de vida.